La semana final de Jesús comienza con Su entrada humilde en un burro, la limpieza del templo, y la maldición de la higuera sin fruto. A través de las parábolas de los dos hijos y los labradores malvados, Él confronta la hipocresía religiosa y llama a una fe auténtica que dé fruto. El capítulo desafía a los creyentes a ir más allá de las meras apariencias y promesas vacías hacia la obediencia genuina y la rendición a la autoridad de Cristo como la verdadera piedra angular de la vida.